miércoles, 1 de marzo de 2017

Retrato de grupo con adolescentes


 


















¿Cómo se muestra hoy a los adolescentes? 
 
Aparecen generalmente en un retrato colectivo dentro del cual su imagen no es muy nítida. Los medios suelen selecaionar aquellos sucesos en los cuales se los ve en situaciones grupales: agitados, aturdidos, aplastados, en situaciones de pánico.
 
El adolescente como sujeto tiende a desdibujarse y se transforma en una silueta, a veces una sombra, en medio de una gran masa que baila, que bebe, que jalea.

 
La crónica negra añade lo suyo: crímenes, vandalismo, violaciones, acoso.
El sujeto adolescente recupera entonces una individualidad, ya sea como
“agresor” o como “víctima”. Pero esa individualidad es sin rostro y sin voz dado que es automáticamente apartado de los focos y de los micrófonos. En definitiva, cuidando sus derechos de imagen pierde su derecho a hablar. Ocultado para protegerlo ¿su marca no se encarna como la marca de la exclusión?

 
Siempre me pregunto hasta qué punto este trato es deshumanizante.
Ser una víctima se ha convertido en nuestras sociedades en un valor de uso que ofrece la comodidad del sentido vago, del “para todos”, característico de los lugares comunes. Forma parte del “decir sin excepción”1 ante hechos que, por traumáticos, merecerían una reflexión un poco más profunda.

 
Lacan señalaba, hablando de ese momento de la vida que es la adolescencia, que la idea de “todo” hace objeción al más mínimo encuentro con lo real.

 
Porque en verdad se trata de encuentros con un real, en ciertos casos muy brutal, que se intenta borrar.

 
La figura del adolescente de esta época es el colmo de la cultura individualista, como decía G. Lipovestsky. Si algunos personajes de mediados del siglo XX fueron tristes, o estaban perdidos - la Cécile de Sagan o los jóvenes protagonistas del cine de la Nouvelle Vague -, el siglo XXI nos propone alguna que otra figura desencantada, cínica, descreída que hace de contrapunto al universo de finales felices de Disney. Allí, la castración no existe. La Sirenita se casa con el príncipe y las hermanas de Cenicienta no se cortan los dedos para hacer entrar el pie en la horma del zapato de cristal.

 
Los conflictos se soslayan, casi siempre.

 
Solo que en momentos de crisis existencial uno quiere poder ser uno mismo y para ello se necesita un poco de silencio para escuchar, un poco de vacío para saber qué queremos. Desarrollar la capacidad de estar solo.

 
El psicoanálisis es una práctica próxima al sujeto, rebelde a la masificación.
No creo que esté para nada obsoleto. 

 
Shula Eldar

 
1 – Jacques Lacan. El despertar de la primavera. En : Otros Escritos. Paidós.

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