martes, 14 de febrero de 2017

Epidemia de epidemias

Domingo por la mañana, abro el periódico y encuentro  “epidemia” en diversos artículos de distintas páginas. Eso impacta. Me pregunto  si se trata de un rasgo de nuestra época, del nombre del funcionamiento social, de un  funcionamiento que en sí mismo es, digamos, epidémico.
Este fenómeno es hoy la epidemia misma: todo se generaliza, todo es afectado, infectado, homologado. Para que una idea exista parece necesario que lo sea “Para Todos”, así adquiere consistencia y un valor. Podríamos decir: “Todos somos epidemia”

 
Es el fenómeno que mejor define nuestro tiempo. Un tiempo de generalizaciones, de igualdades, donde aquello que se distingue es sospechoso. Curiosa época que hace de la diferencia una enfermedad, de la particularidad un motivo de sospecha, del pensamiento un peligro.
Lo importante pasó a ser lo que tenemos en común: el trastorno que padecemos, el rasgo que nos segrega. Un esfuerzo por ser idénticos y estar incluidos en la misma clase. Se recurre al “Todos somos…” como un modo de inscripción.  Se crean innumerables asociaciones reunidas en torno a enfermedades, problemas sociales, asuntos culturales, poblacionales, rasgos psicológicos, etc.

 
No pertenecer a un colectivo hace suponer un  paria porque deja al sujeto sin nombre en común, ese nombre verdadero que da consistencia a la existencia,  falta el propio nombre que es también el nombre del Otro. ¿Qué valor tiene saberse perteneciente al conjunto del “todos somos….”, sino el de intentar trocar el sufrimiento en razón de existir, en consistencia?

 
Existe una frase mítica en torno a la llegada de Freud a Estados Unidos que dice que los americanos no sabían que les estaban trayendo la peste; una referencia a los efectos del Discurso Analítico en la subjetividad. Hay que decir que de alguna manera eso fue lo que pasó, la peste penetró en la sociedad pero fue transformada y  puesta al servicio del Ideal americano: american way of life. Finalmente hubo un efecto epidémico.

 
La multiplicación constante de nombres y de agrupaciones parece no tener fin. Nunca se podrá encontrar el nombre que nombre a Todos. 
La gran apuesta sería intentar reintroducir “la peste” de la singularidad, del lenguaje, del sinthoma y hacer con ella el verdadero combate a la epidemia.

 
Patricia Heffes


 


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